La fuerza de la vocación: CARLOS GARDEL,
“Por eso hay muertos
que en el mundo viven
y hombres que viven
en el mundo, muertos”
Recordar a Gardel es quizás... acordarnos de nosotros mismos; por todas esas cosas que él supo interpretarnos, por ese acercamiento al mundo de nuestros más profundos sen1ires que él dejé plasmado en su voz y que el paso del tiempo no ha alterado para nada.
En todas partes se lo recuerda, como ocurre con aquellos mortales que plasman en sus obras una expresión de su generosidad, que dedican su vida para condensar, con sus esfuerzos, un sentimiento fraternal donde puedan reencontrarse los semejantes. Porque los móviles que los impulsan van más allá de las búsquedas mezquinas de éxitos individuales, por eso es que CARLOS GARDEL es inmortal, porque ofreció sus más caros anhelos para encontrar las formas creativas que cumplieran el objetivo más sublime y sublimado que pueda encontrar un hombre inteligente y talentoso: llegar a los otros, brindarse con amor a los demás. Ese fue, justamente, el mayor mérito logrado.
Por eso, Gardel nos recuerda muchas cosas, entre otras, que sólo aquello que se moldea con amor puede dar frutos con el tiempo, ya que allí reside el verdadero valor de lo que se hace y permite la emergencia de la fuerza impulsora que da sentido a la obra realizada.
No buscó éxitos provisorios, a los que tan afanosamente se empeñan los mediocres, su mirada estaba puesta en las cosas esenciales de la vida, por esa misma razón, la esencia de su labor aún perdura.
Fue un inmigrante en una tierra que lo acunó, pero su espíritu no tenía fronteras, por eso, pudo llegar a todos por igual, más allá de las limitaciones lingüísticas que separan a los hombres.
Fue mucho más que el mejor cantor de Tangos o el creador, finalmente, de un género musical al que le imprimió vida y consistencia. Limitar una vida como ésta a unas cuantas etiquetas simplistas es desvirtuar el sentido de la vida de un hombre inteligente.
Carlos Gardel es un paradigma de lo que se puede representar como la fuerza que imprime la vocación: como ese llamado interior que forma con el sujeto una sola comunión, como esa convicción que no tolera ambigüedades ni tampoco ambivalencias, que es profunda en transparencia y firme en su dirección, como esa voz interior a la que se entrega el hombre de vocación que da sentido a una vida y que hace, de la vida, un sentido.
Fiel a ese llamado en el que la vida lo puso, no retaceó sacrificios a su empeño: ponerle palabras a las fantasías y deseos más hondos para atrapar con su voz el dolor, las alegrías o las expectativas de miles que hoy lo recuerdan como una prueba de su agradecimiento.
Gardel nos recuerda también aquello de que “el que siembra flores, flores cosecha”...el recuerdo cariñoso que promueve, da prueba de fe a un dicho que, dicho textualmente, carecería de realidad, pero en el con-texto de la vida que él representó, adquiere relevancia.
Si los mitos son valiosos, son justamente por la función pedagógica y social que ellos suscitan y que, unida a la función cosmológica que se desprende de ellos, son como metáforas del espíritu que nos permiten reencontrar el sentido que dé significación al sin—sentido de un mundo y una sociedad que presenta signos de decadencia.
La persistencia de su presencia entre nosotros, la de Carlos Gardel, que adquiere significación a través de las palabras cantadas por su boca, permite; una re-creación constante de las nuevas generaciones que lo buscan, para significarlo. Como una obra no acabada donde el poder creativo reaparece en cada nueva mirada… su lugar de mito lo provoca..., así como evoca el saber de la importancia de la fuerza de la fe, que une al creyente con su vocación en una fusión trascendente entre él y los otros,..
Martha Báez
Psicóloga
Autora del libro “Los herederos
del exilio”, de Editorial
Corregidor., 1990